Otra de las grandes películas que vi en Sitges es esta de la que voy a hablar hoy día de reyes ¿os habéis portado bien? Yo creo que no, o igual si, pero lo cierto es que da igual porque desde hace años los regalos familiares me los compro yo mismo para que no hay lugar a errores ni mierdas de esas. Hasta la polla que ya estaba de jerséis y camisas azul marino siempre una talla por debajo de la que gasto y ausencia total de ticket regalo lo que hacía sospechar que eran regalos reciclados o que fueron comprados hace meses…

Cheap Thrills es una película de terror, pero no es fantástica, ni tiene tintes sobrenaturales que va, es una película de terror porque bien podría ser una historia real surgida de la desesperación de un hombre que lo pierde todo y tiene que sacar adelante a una mujer embarazada y al hijo que ya tienen.
Se trata del primer largometraje de E.L Katz y fue uno de los filmes más laureados de Sitges. Protagonizada por Pat Healy (un habitual del cine de Ty West) en el papel de Craig un tipo que un buen día le despiden del taller de coches donde curraba y que esa misma mañana se había encontrado un aviso de embargo en la puerta de su ridículo apartamento.

Desesperado y convulso decide irse a un bar para intentar aclarar las ideas y allí se encuentra con un amigo de la infancia que se dedica a negocios poco lícitos pero que al igual que Craig está sin blanca, poco podrían imaginarse que un tipo que está de fiesta con su novia iba a dar un vuelco a la situación…
Desde el minuto diez de metraje los protagonistas se verán envueltos en un macabro y violento juego donde el anfitrión irá proponiendo pruebas a cambio de dinero en metálico para el ganador, empezarán con cosas inocentes como tomarse unos chupitos, tocarle el culo a una camarera o darle un puñetazo al gorila del bar, pero a medida que el premio aumenta el riesgo y la brutalidad de las acciones también.
Cheap Thrills es un apasionante análisis de la psique humana y la máxima representación del dicho “el fin justifica los medios”, lo bueno es que su realizador sabe imprimir un tono cómico predominante durante toda la película y consigue la complicidad con el espectador que espera ansioso ver cual será la siguiente sobrada a descubrir.

Eso sí, pese a las gracias, las bromas y las carcajadas que soltaremos en más de un momento – y de dos – son silenciadas de manera brutal por un final que te deja seco, clavado al asiento y sin capacidad de reaccionar. Una película como he dicho para divertirse y para reflexionar sobre la moralidad – o la ausencia de ella – del ser humano.
NOTA: 8/10